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Esta noche la pasaremos en un pueblo navajo llamado Kayenta, a 20 millas de Monument Valley, adonde nos dirigimos nada más dejar las maletas en el hotel.
Y cuando llegamos a Quique y a mí, por poco se nos corta la respiración, pues si Gran Cañón impresiona, éste sitio es increíble. No tiene nada, y tiene mucho, es decir, realmente son cuatro o cinco montañas rocosas solitarias, pero la disposición de las mismas, el color, el paisaje, lo hace realmente bonito. Y va cambiando de color según la luz.
Y al rato de estar contemplándolo y fotografiándolo, se acerca una tormenta de arena que lo ha cubierto todo. Menos mal que los niños no querían hacer el recorrido en “jeep” por entre las montañas. Y Quique. Habríamos tragado todavía más arena de la que hemos masticado.
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