Comiendo ayer en un café, compartí ese espacio de la foto con dos mamas sentadas en distintas mesas con sus niños de unos tres años. Una iba sola con el niño, a la otra la acompañaba la abuela de la criatura. En los dos casos las mamas tenían cara de tristeza, como si les pesara la vida, los niños que no paraban de gritar, la soledad que se les reflejaba en las caras. Eran mamas mudas, no hablaban con los niños, solo les miraban o reñían. Y me entró una tristeza absoluta al comprobar lo normal que es en este país que los niños no hablen con sus padres, ni en el desayuno ni siquiera durante la cena.
Hoy se celebra en el mundo anglosajón el día del padre. El origen no está claro, hay distintas versiones que lo remontan al año 1908; pero lo inventó un hombre, claro.
Lo siento pero yo voy a recordar hoy a las mujeres, a las que han sido madres y a las que aun no, a las que lo serán y a las que nunca lo serán. A las mujeres que se nos considera impuras en nuestras menstruaciones como bien dice la biblia, y la sociedad perpetúa, a las mujeres que sufren con sus reglas y a las que no. A las mujeres de todas las razas, a las mujeres felices y a las madres tristes, solas, abandonadas. A la mujer que te tuvo en el vientre y que hará cualquier cosa por ti.
No puedo celebrar al padre que no respeta a la mujer. No puedo celebrar al padre que no respeta a los niños. no puedo celebrar al padre egoísta. Y el mundo está lleno ellos. Son padres poderosos, jefes de estado, presidentes, directivos, jefecillos, que no tienen el mínimo escrúpulo en pisotear a la mujer. Esos padres que provocan guerras y las perpetúan, esos que se hacen ricos vendiendo armas, esos que violan a mujeres, niñas y niños, esos que enseñan a sus hijos que no hay que llorar, que hay que pasar por encima del otro para conseguir tu objetivo, esos padres que te dicen que lo mas importante es el dinero, esos padres que consideran el trabajo lo mas importante en sus vidas, esos padres que se pierden los logros de sus hijos, esos padres que no están, esos padres desconocidos y ausentes, esos que hoy serán agasajados sin merecérselo.
Y a la vez celebraré al padre que respeta a la mujer, al que comparte con ella la tarea de cuidar a los hijos con gusto, al que no antepone el trabajo a su familia y no se pierde ni un cumpleaños, ni un aniversario, ni un acontecimiento familiar, al padre que ríe y que llora. Al padre que está.